La moneda de oro
Marta se despertó aquella mañana con el suave cosquilleo de los rayos del sol acariciándole la nariz. Abrió sus ojos azules y se volvió hacia la mesilla para ver el reloj.
– ¡Las ocho! ¡Qué tarde es! –exclamó asustada, y saltó de un brinco de la cama.
–¡Marta..., ven a desayunar! –le llamaron sus padres y sus tres hermanos mayores desde el comedor.
Sin embargo ella, en vez de hacerles caso, corrió a la ventana para ver la casa de enfrente un ratito.