La gacela
Hoy ya no sé con certeza qué es lo que esperaba entonces. Lo único seguro es que las ideas de mi mente perdían colorido a medida que se aproximaba el día de mi partida. Eso tuvo que deberse a las cartas de Simon. Sea como fuere, percibí la fuerte impresión de que el globo que envolvía las imágenes pintorescas de mis sueños infantiles explotaría al fin para que la realidad me reconciliase con los inútiles viajes de mi fantasía. África: ¡menuda palabra! A pesar de que las líneas de Simon se volvían poco a poco más reservadas, aún conservaban esperanzas, olores, sonidos, colores sobre todo, colores nítidos de azafrán, cocoteros, bayas de pimienta y copas de palmeras meciéndose al sol amarillo. Sin embargo, cuando bajé del Jumbo en Kinshasa, todo fue completamente diferente.