Una historia familiar
Margarethe Maria Sackmeier, conocida como Gretchen, tenía catorce años y ojos del color gris de los guijarros del Danubio, cabellos castaño “cócker” y una diminuta nariz respingona. Medía un metro y sesenta centímetros y pesaba sesenta y cuatro kilos y trescientos gramos. Si era gorda o no, es algo difícil de precisar, pues ser gordo, como otras muchas cosas en la vida, es una cuestión bastante relativa. En el gimnasio, entre una Evelyn delgada como un palo y una Sabine flaca como una estaca dentro de sus trajes de gimnasia de la talla 36, Gretchen se encontraba a sí misma gordísima; más gorda que un cubo lleno de grasa y ganso.