Es un privilegio poder encontrar de vez en cuando en las librerías con un libro como éste, una auténtica y diminuta joya de la literatura infantil en la que podemos hallar un torrente de sentimientos, de emociones y de lecciones morales expuestas sin palabras porque se deducen del texto y de los diálogos de sus personajes. Ahora que los ancianos parecen estar condenados a terminar en los asilos, olvidados por su familia, este cuento viene a recordarnos lo hermoso que es para un niño el amor de su abuelo.Es un privilegio poder encontrar de vez en cuando en las librerías con un libro como éste, una auténtica y diminuta joya de la literatura infantil en la que podemos hallar un torrente de sentimientos, de emociones y de lecciones morales expuestas sin palabras porque se deducen del texto y de los diálogos de sus personajes. Ahora que los ancianos parecen estar condenados a terminar en los asilos, olvidados por su familia, este cuento viene a recordarnos lo hermoso que es para un niño el amor de su abuelo.
Un pasito... y otro pasito
Ignacio se llamaba como su mejor amigo, su abuelo Nacho. Cuando Ignacio nació, su abuelo le dijo a todo el mundo: -Ignacio no va a aprender a decir abuelo hasta que tenga tres años. Así que le voy a enseñar a llamarme Nacho. Y Nacho fue la primera palabra que Ignacio aprendió a decir.