Ricardo, de seis años, encuentra un gato moribundo en la calle. Aunque intenta olvidarlo, los débiles maullidos lo hacen detenerse y de pronto sabe qué hacer: confortarlo, estar a su lado hasta el final y quedar en paz. Una experiencia ante la muerte lleva al autor a crear historias que puedan acompañar a los niños y darles alivio en situaciones de pérdidas y miedos relacionados con la sobrevivencia.
Ricardo, de seis años, encuentra un gato moribundo en la calle. Aunque intenta olvidarlo, los débiles maullidos lo hacen detenerse y de pronto sabe qué hacer: confortarlo, estar a su lado hasta el final y quedar en paz. Una experiencia ante la muerte lleva al autor a crear historias que puedan acompañar a los niños y darles alivio en situaciones de pérdidas y miedos relacionados con la sobrevivencia.
El libro que se muere
Los adultos hemos aprendido que una manera de cuidar es esconder. Por eso existen puertas cerradas en las casas y repisas altas en las habitaciones y cajones cerrados en las cómodas. “Para proteger a los niños”, decimos los adultos. “Para que no vayan a hacerse daño”. En las repisas altas están las medicinas y los líquidos que sirven para la limpieza de una casa, en los cajones cerrados de la cocina están los cuchillos más filosos, detrás de las puertas cerradas están todas las herramientas que nos sirven para golpear las cosas del mundo, pero que también nos pueden golpear a nosotros.