A veces los recuerdos se confunden con los sueños. Eso le ocurre a Irina. Irina pinta flores. Unas flores que nunca ha visto, pero que aparecen cada noche en sus sueños, como un recuerdo. Cuando Irina viaja a España con Mara, su nueva mamá, una mujer dulce y cariñosa que huele a las flores que Irina pinta, comenzará a añorar el hielo del que procede. En un largo viaje por el Polo Norte, buscarán juntas respuestas a las preguntas sobre el pasado de Irina, y sobre las flores de sus recuerdos.
A veces los recuerdos se confunden con los sueños. Eso le ocurre a Irina. Irina pinta flores. Unas flores que nunca ha visto, pero que aparecen cada noche en sus sueños, como un recuerdo. Cuando Irina viaja a España con Mara, su nueva mamá, una mujer dulce y cariñosa que huele a las flores que Irina pinta, comenzará a añorar el hielo del que procede. En un largo viaje por el Polo Norte, buscarán juntas respuestas a las preguntas sobre el pasado de Irina, y sobre las flores de sus recuerdos.
Las flores de Irina
Yo sé que Irina soñaba con flores. Y luego, por la mañana, con las nubes del sueño aún en los ojos, las pintaba. Llenaba papeles y servilletas y cartones con sus extrañas flores, diminutas algunas, misteriosas y elípticas otras. El resto de los niños miraban las flores de Irina y abrían mucho la boca y los ojos. Nadie hasta entonces, incluida Irina, había visto flores a excepción de las diminutas y peludas que podían surgir en verano entre los líquenes y los brezos.