El viejo está muy orgulloso de su margarita. Un día en que la nota callada y triste descubre que tiene pulgón. Entonces, sube a su bicicleta, se dirige a la biblioteca, y en un libro lee que las mariquitas comen el pulgón. Llena el jardín de mariquitas que eliminan la plaga, pero ¡ahora tendrá que deshacerse de ellas! Así que vuelve a la biblioteca para buscar la forma de hacerlo. Pero cada solución trae consigo un nuevo problema. Una historia con un final sorprendente.
El viejo está muy orgulloso de su margarita. Un día en que la nota callada y triste descubre que tiene pulgón. Entonces, sube a su bicicleta, se dirige a la biblioteca, y en un libro lee que las mariquitas comen el pulgón. Llena el jardín de mariquitas que eliminan la plaga, pero ¡ahora tendrá que deshacerse de ellas! Así que vuelve a la biblioteca para buscar la forma de hacerlo. Pero cada solución trae consigo un nuevo problema. Una historia con un final sorprendente.
El viejo y la margarita
Cuando amanecía, el viejo salía al jardín con una silla y se sentaba frente a su margarita. La silla era normal y corriente, como todas las demás. Su margarita era única. Excepcional. Un día, el viejo se dio cuenta de que su flor no le escuchaba. -¿Qué te ocurre, margarita? –le preguntó-. Estás muy callada. La margarita le contestó… Pero como el viejo estaba un poco sordo, no la oyó.