“Una fábula sobre el medioambiente y el clima de nuestro planeta”, dice el subtítulo. Y, aunque el riesgo de estos relatos es poner la ficción al servicio del fin que los guía, el experimentado autor de El mundo de Sofía logrará despertar el interés de lectores exigentes, porque maneja con destreza una acción centrada en lo que puede llegar a ser la “tierra de Ana” si no actuamos todos. Ana, a punto de cumplir 16 años, recibe un regalo con el que accederá, en sueños, a una realidad paralela, donde ella es otra, 70 años después, y nada queda del mundo que ha conocido. La mezcla de fantasía y realidad, y la manera de apelar a la responsabilidad individual y colectiva lo convierten en una original y acertada propuesta narrativa.
“Una fábula sobre el medioambiente y el clima de nuestro planeta”, dice el subtítulo. Y, aunque el riesgo de estos relatos es poner la ficción al servicio del fin que los guía, el experimentado autor de El mundo de Sofía logrará despertar el interés de lectores exigentes, porque maneja con destreza una acción centrada en lo que puede llegar a ser la “tierra de Ana” si no actuamos todos. Ana, a punto de cumplir 16 años, recibe un regalo con el que accederá, en sueños, a una... Seguir leyendo
La tierra de Ana
Desde que era capaz de recordar, en Nochevieja las familias del pueblo subían en trineo hasta las granjas de verano. Los caballos se almohazaban y se adornaban para recibir el nuevo año, y en los trineos se colgaban cascabeles y se ponían antorchas encendidas para iluminar la oscuridad de la noche. Algunos años, una máquina de abrir pistas de esquí subía antes para que los caballos no patinaran en la nieve suelta. Lo importante era llegar a la montaña cada Nochevieja no en esquís o en moto de nieve, sino en caballo y trineo. La Navidad era mágica en sí, pero el viaje en trineo hasta las granjas de verano arriba en la montaña era la verdadera aventura del invierno.