Un viaje para el que hacen falta pocas palabras. David Pintor se pasea con el lector por Lisboa, acompañado de su lápiz "mágico", un cuaderno y su inseparable bicicleta. En esta ocasión, el motivo central de ese recorrido por calles, plazas y espacios emblemáticos de la capital portuguesa está escondido en unos verdirrojos peces voladores, los adoquines del típico empedrado portugués y unas tazas de café que el autor se regala a veces mientras contempla y disfruta de las vistas de la ciudad desde sus miradores. Puertas coloridas, preciosos azulejos, evocadores tranvías, restaurantes, estaciones, museos, ropa al sol, plazuelas recoletas y, por supuesto, el mar, inundan sus ojos…y los nuestros.
Un viaje para el que hacen falta pocas palabras. David Pintor se pasea con el lector por Lisboa, acompañado de su lápiz "mágico", un cuaderno y su inseparable bicicleta. En esta ocasión, el motivo central de ese recorrido por calles, plazas y espacios emblemáticos de la capital portuguesa está escondido en unos verdirrojos peces voladores, los adoquines del típico empedrado portugués y unas tazas de café que el autor se regala a veces mientras contempla y disfruta de las vistas de la ciudad desde sus miradores.... Seguir leyendo
Lisboa
Despierto en un hotel del Chiado. Amanece. Me asomo al balcón y contemplo una ciudad blanca cubierta por un cielo azul intenso. Bajo a la calle y comienzo a pasear por las adoquinadas aceras, alfombras de piedra bajo mis pies. Llego hasta la plaza del Rossío, cojo el tranvía 28 y subo a la Alfama. Callejeo por un barrio que me resulta siempre familiar y mis pasos me llevan hasta el mirador de Graça. Pido un café. De fondo suena la voz de Mariza en Meu fado meu. El sol se derrama sobre Lisboa y los blancos y azules se vuelven rojos, amarillos y naranjas ante mi asombro. Saco lápiz y papel y me pongo a dibujar.