Se cumplen cien años de la edición de la cuarta y última de las entregas de novelas protagonizadas por Sherlock Holmes, donde Doyle nos regala no solo la resolución de uno de sus acostumbrados misterios, gracias a la sagacidad e inteligencia deductiva de su protagonista, sino una segunda parte donde se nos hace partícipes de unos hechos acaecidos en un pasado cercano y que explican la muerte violenta -en su casa solariega de Sussex- de John Douglas, quien había hecho fortuna en California gracias a la industria del carbón, y cuyo asesinato parece ser fruto de una fría venganza que vincula su persona con una conocida sociedad secreta de origen irlandés. Como todas las narraciones protagonizadas por este detective, la obra muestra el excelente resultado de una combinación muy actual, la de los modernos protocolos y técnicas de análisis forense y la imbatible capacidad analítica y deductiva de una inteligencia como la de Holmes. Apéndice y presentación de Vicente Muñoz Puelles. Muy entretenido.
Se cumplen cien años de la edición de la cuarta y última de las entregas de novelas protagonizadas por Sherlock Holmes, donde Doyle nos regala no solo la resolución de uno de sus acostumbrados misterios, gracias a la sagacidad e inteligencia deductiva de su protagonista, sino una segunda parte donde se nos hace partícipes de unos hechos acaecidos en un pasado cercano y que explican la muerte violenta -en su casa solariega de Sussex- de John Douglas, quien había hecho fortuna en California gracias a la industria del carbón, y cuyo... Seguir leyendo
El valle del terror
Capítulo I. El aviso
-Me siento inclinado a pensar... -dije.
-Yo que usted lo haría -comentó Holmes, en tono impaciente.
Me tengo por uno de los mortales con más aguante que existen, pero reconozco que me molestó aquella interrupción sarcástica.
-De verdad, Holmes -dije muy serio-, a veces se pone usted un poco cargante.
Él estaba demasiado absorto en sus propios pensamientos para dar una respuesta inmediata a mi protesta. Tenía la cabeza apoyada en una mano, el desayuno sin tocar delante, y la mirada clavada en la hoja de papel que acababa de sacar de un sobre.