La Duenda es una figura fantástica y a la vez de espanto que ejerce su encanto en los hombres de una comunidad hasta perderlos en su belleza, desnuda y provocadora. La Duenda visita a tres hermanos y queda especialmente prendada de uno de ellos que se lastima un brazo pero gracias al favor de la duenda, llega a tocar la flauta con su brazo ‘enduendado’ de manera encantadora y asombrosa. El tiempo pasa y pese a la advertencia a los hermanos de no dejar a su hermano ‘enduendado’ solo, este se queda nadando en el bosque y es atrapado nuevamente por la Duenda quien le deja marcada sus manos en uno de sus tobillos. El niño enduendado se convierte en la novedad del pueblo y recibe mil y un visitas hasta que la marca se borra de su pie y se cura de su estado ‘enduendado’ al enamorarse de una niña que encarna la figura misteriosa y mágica de la Duenda.
La Duenda es una figura fantástica y a la vez de espanto que ejerce su encanto en los hombres de una comunidad hasta perderlos en su belleza, desnuda y provocadora. La Duenda visita a tres hermanos y queda especialmente prendada de uno de ellos que se lastima un brazo pero gracias al favor de la duenda, llega a tocar la flauta con su brazo ‘enduendado’ de manera encantadora y asombrosa. El tiempo pasa y pese a la advertencia a los hermanos de no dejar a su hermano ‘enduendado’ solo, este se queda nadando en el bosque y es atrapado nuevamente por la Duenda... Seguir leyendo
La duenda
Existía sola, inalcanzable, en la niebla de una colina, y descendía sobre los campos como una luz que nosotros padecíamos. La descubrimos de improviso a cualquier vuelta de camino, en un bosque, en el abismo, en cualquier principio o llegada. Era La Duenda. Desnuda, nos sonreía un instante y desaparecía. Queríamos seguirla y no la encontrábamos, podía volar sobre las olas y atravesar el mar de orilla a orilla, podía olvidarnos, y, sin embargo, algo dentro de nosotros todavía la percibía, era su transparencia azul, que nos colmaba, y oíamos su corazón, nos endulzaba el aliento, nos fascinaba al tiempo que nos aterraba, sentíamos que seguíamos con ella, y tan cerca que podíamos tocarla, y era cuando también por dentro desaparecía (como una burla de agua sonora, un pálpito, una caricia), de modo que la sonábamos, para intentar asirla por una vez en la vida, volar como ella y entenderla, pero tan pronto la soñábamos despertábamos, era imposible verla cuando queríamos.