La literatura de Kafka conforma un proyecto ético y filosófico de tal envergadura que es imposible entender al individuo contemporáneo sin pasar por sus textos, que elevan el absurdo existencial a categoría definitoria del ser humano. Los terribles inicios del XX, con la tragedia de la Gran Guerra, la extensión del alienante trabajo seriado, la inestabilidad política y -con el empuje del pensamiento liberal- la pérdida del lenitivo religioso, propiciaron un cambio de paradigma ininteligible para el hombre, donde la incomunicación se resuelve en la angustia, la explotación laboral aboca a la alienación moral y la ausencia del consuelo místico destruye la esperanza, resultando de todo ello una realidad deshumanizada, carente de una razón ética que haga justicia a los anhelos de la emoción humana. Nórdica nos regala una versión en novela gráfica (con estética expresionista) de una de las narraciones que quedaron inconclusas a la prematura muerte del autor; en ella, el protagonista parece vivir en un angustioso bucle de incomprensión: sus intentos por acceder al castillo que da título al libro resultan infructuosos sin que él ni nosotros, lectores, logremos entender qué busca allí ni por qué se le niega el acceso. Perturbador acercamiento a las contradiciones de un comienzo de siglo que, en buena medida, es el nuestro. Muy interesante.
La literatura de Kafka conforma un proyecto ético y filosófico de tal envergadura que es imposible entender al individuo contemporáneo sin pasar por sus textos, que elevan el absurdo existencial a categoría definitoria del ser humano. Los terribles inicios del XX, con la tragedia de la Gran Guerra, la extensión del alienante trabajo seriado, la inestabilidad política y -con el empuje del pensamiento liberal- la pérdida del lenitivo religioso, propiciaron un cambio de paradigma ininteligible para el hombre, donde la incomunicación... Seguir leyendo
El castillo
Había caído la noche cuando llegó K.
La posada del Puente.
La posada estaba abierta y, aunque el posadero no tenía cuartos y no le hacía gracia una llegada inesperada a aquellas horas, accedió a dejar dormir a K. en un saco de paja de la taberna. K. aceptó.
-Este pueblo es propiedad del castillo. Para dormir aquí necesita el permiso del conde.
-¿Aquí hay un castillo?
-El del conde Westwest.
-He de conseguir ese permiso.
-¿A medianoche? Imposible. ¡Debe abandonar de inmediato el territorio del conde!