Novela que atrapa desde sus primeras líneas. Antonio Yammara, profesor universitario de derecho, se ve insospechada y repentinamente involucrado en un crimen. Junto a uno de los demás hombres que frecuentan un salón de billar en el centro de la ciudad capitalina de Colombia, es abordado por criminales en moto que acaban con la vida de su acompañante y lo dejan herido física y emocionalmente. Sobreviene entonces una búsqueda afanosa por la reconstrucción del pasado de su misterioso compañero de billar. La historia de Colombia, el narcotráfico y sus secuelas de violencia emergen a flor de piel y el lector se adentra en la intimidad de los personajes tanto como en la rueda absurda del reloj que configura la historia colombiana. Con la narraciones de temporalidades paralelas y vidas que se encuentran y se alejan, Vásquez logra mostrar los dramas íntimos y también colectivos del mundo contemporáneo colombiano.
Novela que atrapa desde sus primeras líneas. Antonio Yammara, profesor universitario de derecho, se ve insospechada y repentinamente involucrado en un crimen. Junto a uno de los demás hombres que frecuentan un salón de billar en el centro de la ciudad capitalina de Colombia, es abordado por criminales en moto que acaban con la vida de su acompañante y lo dejan herido física y emocionalmente. Sobreviene entonces una búsqueda afanosa por la reconstrucción del pasado de su misterioso compañero de billar. La historia de Colombia, el... Seguir leyendo
El ruido de las cosas al caer
El primero de los hipopótamos, una macho del color de las perlas negras y una tonelada y media de peso, cayó muerto a mediados de2009. Había escapado dos años atrás del antiguo zoológico de Pablo Escobar en el valle del Magdalena, y en ese tiempo de libertad había destruido cultivos, invadido abrevaderos, atemorizado a los pescadores y llegado a atacar a los sementales de una hacienda ganadera. Los francotiradores que lo alcanzaron le dispararon un tiro q la cabeza y otro al corazón (con balas calibre .375, pues la piel de un hipopótamo es gruesa); posaron con el cuerpo muerto, la gran ole oscura y rugosa, un meteorito recién caído; y allí, frente a las primeras cámaras y los curiosos, debajo de una ceiba que los protegía del sol violento, explicaron que el peso del animal no iba a permitirles transportarlo entero, y de inmediato comenzaron a descuartizarlo.