Cuando la pequeña Dorothy se ve arrastrada por un tornado que destruye la casa de sus tíos, desconoce el fascinante viaje que acaba de iniciar. Lejos del hogar protector y de sus seres queridos, deberá aguzar el ingenio para sobrevivir en un mundo desconocido y aparentemente hostil, el imaginario Reino de Oz, del que irá descubriendo, a lo largo de aventuras increíbles, que guarda tantas trampas y peligros como oportunidades para hacer amigos y luchar por los valores que merecen la pena -inteligencia, afecto y fortaleza de ánimo- y que le ayudarán a regresar a casa. Una encantadora metáfora sobre el miedo al crecimiento y a la pérdida de las seguridades, así como un apuesta ética relativa a los principios en función de los cuales la infancia debería ser educada. La presente edición tiene el valor añadido de ofrecer al lector las ilustraciones que W. W. Denslow creó para la primera edición de la obra, aparecida en 1900. Auténtico hito de la cultura popular occidental del pasado siglo. La edición ha estado a cargo de Ana Belén Ramos.
Cuando la pequeña Dorothy se ve arrastrada por un tornado que destruye la casa de sus tíos, desconoce el fascinante viaje que acaba de iniciar. Lejos del hogar protector y de sus seres queridos, deberá aguzar el ingenio para sobrevivir en un mundo desconocido y aparentemente hostil, el imaginario Reino de Oz, del que irá descubriendo, a lo largo de aventuras increíbles, que guarda tantas trampas y peligros como oportunidades para hacer amigos y luchar por los valores que merecen la pena -inteligencia, afecto y fortaleza de ánimo- y que le... Seguir leyendo
El maravilloso mago de Oz
El ciclón
Dorothy vivía en el centro de las inmensas praderas de Kansas, con tío Henry, que era granjero, y tía Em, que era la esposa del granjero. Su casa era pequeña, pues los maderos con los que se había construido tuvieron que ser transportados en carro desde muy lejos. Poseía cuatro paredes, un suelo y un techo, todo lo cual conformaba una habitación. Y esta habitación contenía una hornilla de aspecto oxidado, un aparador para los platos, una mesa, tres o cuatro sillas y las camas. La gran cama de tío Henry y tía Em estaba en un rincón, y la pequeña cama de Dorothy en otro. No había allí desván ni sótano, a excepción del pequeño agujero cavado en el suelo, llamado refugio para ciclones, donde la familia podía resguardarse en caso de que uno de aquellos remolinos tan poderosos se alzara con la fuerza suficiente para arrastrar los edificios a su paso.