Que la prisa no anima a quien conoce bien la razón que le inspira, que la reflexión y las altas miras nos alejan de los pequeños conflictos y que detrás de un déspota no se esconde otra cosa que un cúmulo de arrogancia, desconsideración y escasa inteligencia, son las tres moralejas que es posible extraer de estos deliciosos cuentos de Ende, un autor que supo como pocos reinterpretar las claves de la literatura infantil tradicional, como hace en este volumen al fusionar la sabiduría ancestral de las fábulas con un humor fino, casi pura ironía, que ayuda a disfrutar de los textos -cualidad a la que el autor confería una gran importancia- y a no cargar las tintas sobre los defectos de ciertos personajes, que reciben, eso sí, su pequeña dosis de realismo. La confianza en uno mismo, la introspección y el rechazo de la tiranía emergen así como virtudes a conquistar, siquiera por acceder a un pedacito de esa beatitud que transmiten quienes las cultivan. Puro encanto.
Que la prisa no anima a quien conoce bien la razón que le inspira, que la reflexión y las altas miras nos alejan de los pequeños conflictos y que detrás de un déspota no se esconde otra cosa que un cúmulo de arrogancia, desconsideración y escasa inteligencia, son las tres moralejas que es posible extraer de estos deliciosos cuentos de Ende, un autor que supo como pocos reinterpretar las claves de la literatura infantil tradicional, como hace en este volumen al fusionar la sabiduría ancestral de las fábulas con un humor fino,... Seguir leyendo
La tortuga Tranquila y otros cuentos
TRANQUILA TRAGALEGUAS, LA TORTUGA CABEZOTA
Una hermosa mañana, la tortuga Tranquila Tragaleguas se encontraba en su pequeña y agradable guarida tomando el sol y comiéndose, poco a poco, una piel de plátano.
Por encima de ella, en las ramas de un viejo olivo, estaba la paloma Sulaica Pecho de Plata lustrándose su brillante plumaje. Entonces llegó su compañero, Salomón Pecho de Plata, le dedicó varias reverencias y exclamó:
-¡Oh, Sulaica, alegría de mi corazón!, ¿ya te has enterado? El Gran Sultán de todos los animales, Leo Vigésimo Octavo, va a celebrar su boda. ¡Así que pongámonos en marcha y volemos juntos a su cueva, luz de mis ojos!
-¡Oh, esposo y señor mío! -zureó la paloma-. ¿Es que estamos invitados?