Los chicos del ferrocarril (1906) es una de las más conocidas piezas del repertorio clásico infantil de la literatura inglesa, si bien se trata de un texto que, debido a la personalidad e intención de su autora y al tratamiento de la historia, se encuadra en ese espacio que difumina la tradicional división en función de la edad. Edith Nesbit, que había convertido el reformismo social en la piedra de toque de su pensamiento y de su actividad, concebía sus obras a partir de una novedosa visión de la infancia, el reverso de la castrante educación victoriana del momento. Los niños protagonistas de la entrañable narración que nos ocupa aparecen retratados con ternura e inteligencia, y son formados por su madre desde el convencimiento de que la mejor educación es la que, además de amor y cuidado, permite al niño espolear su imaginación y forjarse una personalidad consciente de la realidad en que vive. Imprescindible.
Los chicos del ferrocarril (1906) es una de las más conocidas piezas del repertorio clásico infantil de la literatura inglesa, si bien se trata de un texto que, debido a la personalidad e intención de su autora y al tratamiento de la historia, se encuadra en ese espacio que difumina la tradicional división en función de la edad. Edith Nesbit, que había convertido el reformismo social en la piedra de toque de su pensamiento y de su actividad, concebía sus obras a partir de una novedosa visión de la infancia, el reverso de la... Seguir leyendo
Los chicos del ferrocarril
1. EL PRINCIPIO DE LAS COSAS
Al principio no eran los chicos del ferrocarril. Supongo que nunca habían pensado en trenes salvo como medio para llegar a Maskelyne y Cook's, el Teatro de Navidad, el Zoológico y Madame Tussauds. Eran simplemente chicos de ciudad, y vivían con su padre y con su madre en una casa corriente con fachada de ladrillo, con una vidriera de colores en la puerta delantera, un pasillo de azulejos que se conocía como el vestíbulo, un cuarto de baño con agua corriente y fría, timbres eléctricos, cristaleras, una buena cantidad de pintura blanca, y "todas las comodidades modernas", como suelen decir los agentes inmobiliarios.
Eran tres. Roberta era la mayor. Por supuesto que las madres nunca tienen hijos favoritos, pero si la madre de los chicos tuviera que optar por una, puede que fuera Roberta. Luego venía Peter, que de mayor quería ser ingeniero. La más joven era Phyllis, que tenía muy buenas intenciones.
La madre no pasaba todo su tiempo haciendo visitas aburridas a señoras aburridas, y sentándose de forma aburrida en casa a la espera de señoras aburridas que le hicieran visitas aburridas. Casi siempre estaba ahí, dispuesta a jugar con los niños y a leerles, y a ayudarlos a hacer los deberes. Además, solía escribirles cuentos mientras estaban en el colegio...