Gestarescala tiene como protagonista a Joe Fernwright, un hombre apocado e infeliz, un artista que se dedica a restaurar piezas de cerámica pero que no tiene muchos encargos. Está desempleado y para pasar el tiempo participa en El Juego a través del teléfono vía satélite. Un día el Planeta del Labrador requiere sus servicios. El semidiós Glimmung quiere que trabaje para él y ha organizado un equipo para recuperar la catedral de Gestarescala, que está hundida en el mar terrestre.
Edición en castellano de la novela de ciencia-ficción del escritor norteamericano Philip K. Dick publicada por primera vez en 1969, una distopía y alegoría sobre el espacio interior que constituye uno de los grandes libros del escritor y que está considerada como una de sus obras intelectualmente más complejas y controvertidas. A medida que el lector se sumerje en la trama percibe cómo la voluntad de la persona puede quedar subordinada a un totalitarismo así como el tipo de acciones que emprenden los personajes que abogan por la supervivencia frente a los que adoptan la resignación. Está acompañada de una muy completa introducción de Julián Diez en la que reflexiona sobre la biografía y la obra del novelista estadounidense.
Gestarescala tiene como protagonista a Joe Fernwright, un hombre apocado e infeliz, un artista que se dedica a restaurar piezas de cerámica pero que no tiene muchos encargos. Está desempleado y para pasar el tiempo participa en El Juego a través del teléfono vía satélite. Un día el Planeta del Labrador requiere sus servicios. El semidiós Glimmung quiere que trabaje para él y ha organizado un equipo para recuperar la catedral de Gestarescala, que está hundida en el mar... Seguir leyendo
Gestarescala
Su padre había sido alfarero antes que él. Así que empezó también a restaurar cuencos, o cualquier otro tipo de cerámica de los Viejos Tiempos, antes de la guerra, de cuando los objetos eran todos de plástico. Un puchero de barro era algo maravilloso, y cada uno de los que restauraba se convertía en un objeto amado, al que nunca olvidaba; su forma, su textura y su barnizado permanecían en su memoria.
Lo malo es que casi nadie reclamaba sus servicios. Quedaban muy pocas piezas de cerámica, y quienes las poseían eran muy cuidadosos con ellas para que no sufrieran ningún daño.