Ledicia Costas ha moldeado su novela partiendo de un apasionante hecho real: los viajes que Jules Verne realizó a Vigo. ¿Quién conoce el verdadero motivo de aquellas visitas? Después de ciento treinta años de silencio alguien se atreve a desvelar el misterio, el gran secreto del escritor francés. Desembarca en la ciudad por una avería en su barco, pasea por sus calles y, de paso, aprovecha para visitar una pequeña botica. Quiere charlar con su dueño, Philipot, pues está seguro que él conoce el misterio de las mujeres planta. A pesar de la negativa del farmacéutico pronto descubre que, como sospechaba, es muy consciente de la existencia de esta estirpe ya que su propia mujer y una nieta pertenecen a ella. Obligado a pedir ayuda al célebre autor, conoceremos en profundidad el mundo que rodea a estas féminas, cómo viven, y lo que deben hacer los protagonistas para perpetuar la existencia de una de ellas. Un cóctel de intriga, emoción y fantasía en una apasionante historia que rezuma ternura, amistad, amor por los seres queridos y respeto por la naturaleza.
Ledicia Costas ha moldeado su novela partiendo de un apasionante hecho real: los viajes que Jules Verne realizó a Vigo. ¿Quién conoce el verdadero motivo de aquellas visitas? Después de ciento treinta años de silencio alguien se atreve a desvelar el misterio, el gran secreto del escritor francés. Desembarca en la ciudad por una avería en su barco, pasea por sus calles y, de paso, aprovecha para visitar una pequeña botica. Quiere charlar con su dueño, Philipot, pues está seguro que... Seguir leyendo
Verne y la vida secreta de las mujeres planta
Antes de la historia, el lugar
Vigo es una ciudad con arterias, pulmones y una estructura ósea que la sostiene. Su corazón es azul y los antepasados le pusieron el nombre de Atlántico. Él es quien expande el aroma salado por toda la costa. es como sí albergase en el interior de sus aguas un artefacto manejado por misteriosos e incansables animales marinos, que nunca dejan de bombear con sus patitas mientras exhalan burbujas de aire. En una zona llamada Berbés el olor es tan denso que si cierras los ojos y te dejas llevar por un instante, casi consigues transladarte a las bateas que visten los alrededores del puente de Rande, una construcción imponente que se eleva sobre el mar.