Aquella vida, marcada por los ritmos de la naturaleza, los sacrificios y los ciclos vitales de los animales que rodean a Ángela, está a punto de transformarse en un nuevo episodio, cargado igualmente de sentimientos contradictorios y ganas de seguir caminando descalza, sintiendo la hierba crecer. La aparición de un niño rubio en su particular universo, compuesto hasta entonces por los familiares y por los cerdos, caballos y resto de seres vivos que rodean a la muchacha en su devenir diario, revoluciona el orden de prioridades y convicciones de la pequeña. Un proceso descrito con admirable sensibilidad y delicadeza por Patricia Metola, que aliña este bello texto de la galardonada escritora Mónica Rodríguez, cargado de recuerdos, con una colección de preciosas y emotivas ilustraciones, como el relato; minimalistas y de trazo indefinido, a la altura del amor que sienten los jóvenes protagonistas.
Aquella vida, marcada por los ritmos de la naturaleza, los sacrificios y los ciclos vitales de los animales que rodean a Ángela, está a punto de transformarse en un nuevo episodio, cargado igualmente de sentimientos contradictorios y ganas de seguir caminando descalza, sintiendo la hierba crecer. La aparición de un niño rubio en su particular universo, compuesto hasta entonces por los familiares y por los cerdos, caballos y resto de seres vivos que rodean a la muchacha en su devenir diario, revoluciona el orden de prioridades y convicciones de la... Seguir leyendo
Piara
Mi infancia transcurrió entre cerdos. Grandes, marrones, alborotadores y olorosos. A veces salía con ellos a pastar a las grandes dehesas. Me gustaban los prados y los cielos inacabables y las bellotas. Iba descalza, no porque no tuviera zapatos (éramos pobres, pero no tanto), sino porque me gustaba sentir la hierba y el barro en la planta de los pies.