La escala de Jacob
Los soportales de la Plaza Mayor de Salamanca eran un hervidero de corrillos y murmuraciones. Mientras la atravesaba, y aunque hacía lo posible por aparentar indiferencia, Luis aguzaba los oídos para no perder palabra. Un amigo que encontró casualmente por la calle le había comunicado la noticia, pero aún no podía decidirse a creerla. Siempre quedaba la esperanza, pensó, de que aquello no fuera más que uno de esos rumores que corren como fuego por reguero de pólvora y que después resultan falsos. Sin embargo, su tendencia innata a ponerse en lo peor le hacía dudar de ello. Se preguntó, no por primera vez, qué haría Charles al enterarse. Si la noticia era cierta, no tardaría en saberla. Entretanto, ponía toda su alma en escuchar los comentarios truncados de las gentes que abarrotaban la plaza.