Mientras lees esta reseña, seguramente estén llegando a la costa otras nueces, en algunos dramáticos casos incluso solo la cáscara, en busca de una vida mejor. El fruto da nombre al protagonista de esta historia, coherente y enraizada con la realidad en la que vivimos, y simboliza un drama que afecta a todos los países. El relato nos habla de un pequeño huérfano que decide huir del centro de acogida a causa del miedo que le produce la posibilidad de ser obligado a regresar al país de origen, asolado por la guerra, y en donde está abocado a una muerte casi segura. La historia está concebida a través de un planteamiento tierno y delicado que fusiona dos hilos narrativos, por un lado el presente, que transcurre en la sala donde se desarrolla el juicio, y por otro el que constituye el hilo de presentaciones de los implicados, narraciones en primera persona que siguen el estilo de fragmentación visto en otras obras de la literatura y el cine, como Sospechosos habituales. A priori es difícil acometer un tema tan duro y espinoso como la crisis de los refugiados con un enfoque que, al mismo tiempo que conciencie de la tragedia a los niños, despierte la curiosidad de los lectores de principio a fin. Los autores lo consiguen con esa sensible y mágica combinación de imagen y texto. La obra fue distinguida por un prestigioso jurado de especialistas en LIJ con el Premio Edebé de Literatura Infantil en su última edición.
Mientras lees esta reseña, seguramente estén llegando a la costa otras nueces, en algunos dramáticos casos incluso solo la cáscara, en busca de una vida mejor. El fruto da nombre al protagonista de esta historia, coherente y enraizada con la realidad en la que vivimos, y simboliza un drama que afecta a todos los países. El relato nos habla de un pequeño huérfano que decide huir del centro de acogida a causa del miedo que le produce la posibilidad de ser obligado a regresar al país de origen, asolado por la guerra, y en... Seguir leyendo
Soy una nuez
El juez Bruno Panatta se apoyó sobre sus codos y lo observó con gran atención.
- ¿Quién eres?
El niño apenas se atrevió a levantar los ojos del suelo.
- Nuez -contestó con un hilo de voz.
- ¿Disculpa? -el hombre lo contempló asombrado por encima de sus gafas pequeñas y redondas.
- Soy una nuez -repitó convencido alzando la mirada.