Cada nuevo curso la Academia Ulfar selecciona en Holbard, a través de una exigente convocatoria, a los aguerridos habitantes de Vallen que protegerán su tierra de los dragones. Dos de los espectadores, hermanos mellizos, por una serie de vicisitudes que la autora te invita a descubrir y que aumentan el atractivo del relato, se transforman en criaturas antagónicas, dando pie a una inesperada lucha que contiene elementos clásicos de la mejor fantasía épica. A los animales fabulosos hay que añadir una colección de crudos escenarios, para los que Kaufman se inspiró visitando países como Islandia, y paisajes apocalípticos en los que Anders, Rayna y Lisabet tendrán que labrar un destino armónico a lo largo de los tres capítulos que componen la saga. Un texto muy bien hilado, en el que se fomenta la defensa de un determinado estilo de vida y de valores como la honestidad, la amistad y la familia, en el que la joven escritora ha trabajado varios años y que ahora cristaliza en esta primera entrega. La novela incluye el clásico mapa inicial para situar la acción y un puñado de brumosas ilustraciones que traen a nuestras manos la gélida atmósfera de este mundo, por momentos (si descubrimos los distintos niveles de lectura) no tan imaginario en algunos aspectos.
Cada nuevo curso la Academia Ulfar selecciona en Holbard, a través de una exigente convocatoria, a los aguerridos habitantes de Vallen que protegerán su tierra de los dragones. Dos de los espectadores, hermanos mellizos, por una serie de vicisitudes que la autora te invita a descubrir y que aumentan el atractivo del relato, se transforman en criaturas antagónicas, dando pie a una inesperada lucha que contiene elementos clásicos de la mejor fantasía épica. A los animales fabulosos hay que añadir una colección de crudos escenarios,... Seguir leyendo
Los lobos del hielo
Rayna encabezaba la marcha con paso seguro, pero en la dirección equivocada. Anders, que la seguía apresuradamente por entre el gentío, esquivó por poco a una mujer que llevaba una cesta llena de relucientes pescados.
El hedor lo cubrió como un nubarrón, hasta que cambió el rumbo y lo dejó atrás al atravesar una arcada de piedra.
- Rayna, estamos...