El verano acariciaba, cantaban las cigarras, llovían estrellas en la noche y observaban la vida pasar desde la cabaña construida en el árbol. Había juegos, confidencias, brillaba la imaginación y existía solo un deseo: ese tiempo no debía terminar jamás, esa amistad no podría quebrarse con el paso del tiempo. Y, sin embargo, pasaron otoños, inviernos y primaveras, y la promesa quedó rota. Todo se transformó en olvido y distancia. Pero a veces el ciclo vuelve a iniciarse, aunque ya no sean los mismos protagonistas... El sabor del recuerdo de las vacaciones infantiles, para todo aquel que haya disfrutado de un pueblo o un lugar inmerso en la naturaleza durante su vida, está presente en cada una de las poéticas ilustraciones que caminan junto al texto, una bella alegoría del paso del tiempo, que constituye a la vez una oda a la amistad, emocionante y mágica, cuyo valor se duplica gracias al espectacular trabajo gráfico, compuesto por una colección de estampas hiperrealistas que describen a la perfección cada sentimiento.
El verano acariciaba, cantaban las cigarras, llovían estrellas en la noche y observaban la vida pasar desde la cabaña construida en el árbol. Había juegos, confidencias, brillaba la imaginación y existía solo un deseo: ese tiempo no debía terminar jamás, esa amistad no podría quebrarse con el paso del tiempo. Y, sin embargo, pasaron otoños, inviernos y primaveras, y la promesa quedó rota. Todo se transformó en olvido y distancia. Pero a veces el ciclo vuelve a iniciarse, aunque ya no sean los mismos... Seguir leyendo
El verano de las cerezas
Los dos niños primero la desearon
y luego la dibujaron en las hojas a cuadritos de sus cuadernos.
La construyeron con los troncos que las tormentas
llevaban a la orilla del lago durante el invierno.