La trayectoria de Ledicia Costas habla por sí sola. Desde sus primeras publicaciones hasta hoy la autora gallega ha obtenido algunas de las más prestigiosas distinciones que se conceden en el campo de la LIJ (Lista de Honor de IBBY, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, White Ravens…); galardones a los que suma el Premio Lazarillo, concedido el año pasado a esta obra por los miembros de OEPLI, convirtiendo a la escritora en una de las pocas que ha logrado este hito hasta la fecha. El camino está marcado por su innegable talento, sobre todo a la hora de configurar escenarios que fusionan fantasía y realidad, siempre con sinceros homenajes a clásicos o figuras de otro tiempo, pero aplicando su creatividad en el desarrollo de tramas originales y repletas de guiños al pasado. La historia de Ágata, una aplicada y carismática inventora que aprende nuevas técnicas en una peculiar escuela, transcurre entre villas imaginarias (como la ciudad de los perros) y un Londres irreal, a medio camino entre la época victoriana y su versión futurista, en el que conviven asesinos en serie o dulces criaturas mecánicas, animales humanizados y personajes procedentes de oscuros submundos. Sus andanzas sirven para retratar las miserias de una sociedad castigada, al mismo tiempo que para reivindicar la figura de una joven tenaz y valiente que deberá superar todo tipo de obstáculos en un viaje inolvidable, trufado de sorpresas, al comienzo de todas las cosas. La edición está aderezada con una bella colección de objetos y personajes, vinculados a la historia que se cuenta, que sirven como obertura y epílogo a cada capítulo.
La trayectoria de Ledicia Costas habla por sí sola. Desde sus primeras publicaciones hasta hoy la autora gallega ha obtenido algunas de las más prestigiosas distinciones que se conceden en el campo de la LIJ (Lista de Honor de IBBY, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, White Ravens…); galardones a los que suma el Premio Lazarillo, concedido el año pasado a esta obra por los miembros de OEPLI,... Seguir leyendo
La balada de los unicornios
Ágata McLeod pedaleaba sin descanso por las calles del centro de la ciudad. El corazón le golpeaba en el pecho sin darle tregua.
- ¡Más rápido, más rápido, más rápido!- repetía furiosa, concentrada en que sus piernas aumentasen el ritmo.
El velocípedo de Ágata era una máquina única. Lo había construído con sus propias manos y no existía otro igual en toda la ciudad de Londres.