Está amaneciendo cuando dos amigos periodistas se encaminan hasta una pequeña localidad enclavada en la montaña. Acuden, a ciegas, a la invitación enviada por un desconocido, a través de un extraño mensaje recibido en la redacción del periódico en el que trabajan. En la nota, simplemente, el remitente explica que “conoce una historia secreta que deberían escribir”. Manuela, el contacto en el pueblo al que se encaminan, introduce a los investigadores en la historia de Nomu, el joven negro al que ella y su primo encontraron en el molino, sufriendo el dolor de un esguince sin tratar, escondido y desorientado en un mundo desconocido para él. Al mismo tiempo conocemos el génesis de la situación a causa de la que se produce la huida a este “mundo prometido” e irreal, y las profecías que su sabio abuelo lanzó antes de iniciar el gran viaje. La amistad y la solidaridad como medicina para curar uno de los grandes males de nuestro tiempo, a través de una historia que homenajea, además, a los periodistas valientes que apuestan por la investigación y que esboza otros problemas latentes en las sociedades contemporáneas. La novela se estructura en pequeños capítulos, adictivos y cargados de emoción, redactados con la maestría habitual de Chambers (ganador de varios premios de LIJ como Everest, Alandar o Ala Delta)
Está amaneciendo cuando dos amigos periodistas se encaminan hasta una pequeña localidad enclavada en la montaña. Acuden, a ciegas, a la invitación enviada por un desconocido, a través de un extraño mensaje recibido en la redacción del periódico en el que trabajan. En la nota, simplemente, el remitente explica que “conoce una historia secreta que deberían escribir”. Manuela, el contacto en el pueblo al que se encaminan, introduce a los investigadores en la historia de Nomu, el joven negro al que ella y su primo... Seguir leyendo
En los pliegues del aire
Esta historia tiene varios principios y quizá también varios finales.
Uno de esos principios sucedió muy lejos de
aquí, en un punto de África que tardé en ser capaz
de situar con exactitud en el mapa. Otro tiene que
ver con un misterio garabateado con tinta azul en
una hoja cuadriculada y arrancada de una libreta.
Pero el mío particular, ese en el que, aun sin estar
muy seguro de lo que hacía, yo empezaba a avanzar hacia este misterio y esta historia, tuvo lugar
pocos minutos después de las seis de la mañana
de un viernes del mes de mayo, cuando a través
del ventanal de mi salón vi aparecer en la calle el
coche de Rómulo Alcántara.