Un delicioso homenaje a aquel tiempo en que las cartas sellaban amistades eternas y acortaban distancias. El cuento está ambientado en un pequeño pueblo en el que el servicio postal está a cargo de Federico. Los cambios que se han producido en la sociedad indican que pronto puede quedar en paro pero su nieta ha ideado una ingeniosa estratagema para evitar la desgracia, a pesar de contar con otros enemigos añadidos que dificultarán aún más su puesta en marcha. Bajo la línea argumental principal, la historia toca múltiples y comprometidos temas, verbalizados y representados en las andanzas de los jóvenes Iria, Aitor, Jordi o el rencoroso alcalde, Isidoro. Si eres de los que aún guardas todas aquellas inolvidables misivas que intercambiabas con amores y amigos esta es, sin duda, una obra para compartir con los lectores de entre 9 y 11 años que pasen por tu casa (y disfrutar de ella al mismo tiempo que se la descubres). Escrita con elegancia y un poso de melancolía, e ilustrada con coloristas estampas a página completa en donde recae todo el protagonismo en el trio de niños, la obra obtuvo el prestigioso premio Barco de Vapor en la edición 2019. El jurado, compuesto por escritoras y reputados especialistas en literatura infantil, destacó la reivindicación de la comunicación tradicional especialmente en una época en la que vivimos “hiperconectados” y su decidida reivindicación de la idea de “no rendirse jamás” ante cualquier adversidad.
Un delicioso homenaje a aquel tiempo en que las cartas sellaban amistades eternas y acortaban distancias. El cuento está ambientado en un pequeño pueblo en el que el servicio postal está a cargo de Federico. Los cambios que se han producido en la sociedad indican que pronto puede quedar en paro pero su nieta ha ideado una ingeniosa estratagema para evitar la desgracia, a pesar de contar con otros enemigos añadidos que dificultarán aún más su puesta en marcha. Bajo la línea argumental principal, la historia toca múltiples y... Seguir leyendo
Los escribidores de cartas
EL CARTERO abrió la portezuela metálica del
único buzón de Correos que había en el pueblo
un martes por la mañana.
–¿Lo ves? –preguntó a su nieta.
Ella hizo una mueca de fastidio.
–¡Este es el hogar de las arañas! –suspiró el
hombre apartando las telas grises que cubrían
parte del interior del buzón.
–No hay ni una –reflexionó la niña en voz
alta.
–¡Ni una sola! Y llevo así más de tres semanas
–protestó agobiado mientras se ajustaba su gorra
azul marino.
Estaban solos en la plaza y el cielo amenazaba
tormenta.