Zoe es una niña aficionada a la bicicleta, solidaria y emprendedora. Su mejor amigo es el fiel Zank, un perro valiente y despierto que acompaña a la pequeña en todas sus aventuras. Juntos comparten algunas pasiones, como las excursiones por el campo –mejor siempre sobre una bicicleta- o la visita semanal a la pastelería de la señorita Tea. Cuando descubren que existe el riesgo real de dejar de probar para siempre sus deliciosos y explosivos sabores deciden ponerse en marcha. Pero, ¿qué hacer para evitar el cierre de este local emblemático por la falta de clientes? Junto al abuelo urden un plan sencillo y que puede aportar visibilidad a la que consideran “el mejor obrador de la galaxia”: una carrera ciclista mediante la que darán publicidad a la tienda. Como en todas las buenas aventuras las sorpresas inesperadas hacen variar el curso de los acontecimientos, la aparición de un monstruo –bastante cabreado con la actitud de las personas que visitan últimamente la Montaña Negra-; aportan nuevos y divertidos matices a la historia. Bajo el barniz humorístico se esconden también ciertas dosis de crítica social. El ilustrador Mikel Valverde, uno de los más importantes en el campo de la LIJ, consigue de nuevo crear el clima adecuado para la trama, con un estilo colorista y elegante, siempre reconocible y, por tanto, poseedor de un estilo propio e inimitable -cercano a los preceptos estilísticos de otros autores emblemáticos como Sempé-.
Zoe es una niña aficionada a la bicicleta, solidaria y emprendedora. Su mejor amigo es el fiel Zank, un perro valiente y despierto que acompaña a la pequeña en todas sus aventuras. Juntos comparten algunas pasiones, como las excursiones por el campo –mejor siempre sobre una bicicleta- o la visita semanal a la pastelería de la señorita Tea. Cuando descubren que existe el riesgo real de dejar de probar para siempre sus deliciosos y explosivos sabores deciden ponerse en marcha. Pero, ¿qué hacer para evitar el cierre de este local... Seguir leyendo
Las aventuras de Zank y Zoe
Si había una cosa que de verdad les gustaba hacer a Zoe y su perrito Zank, era visitar los domingos la pastelería de la señorita Tea. Después de comprar el pan y el periódico, Zoe pedaleaba hasta ese pequeño comercio en el centro de la ciudad.
Y allí se dirigían los dos una mañana que los pájaros cantaban de manera atropellada.