La colección Biblioteca Funke de la editorial madrileña está recuperando lo más destacado de la obra de esta imprescindible autora alemana que ha cautivado a varias generaciones de lectores. Sardine, Wilma, Frida, Trude y Melanie son las integrantes de una pandilla de chicas que se hacen llamar Las Gallinas Locas. Un día, la madre de Sardine envía a la joven de vacaciones al picadero de una amiga, una granja donde cuidan caballos islandeses en estado salvaje. La protagonista no se lleva bien con El Sabelotodo, la nueva pareja de su madre, por lo que acepta al igual que sus amigas, que se suman a la aventura encantadas. La estancia en ese espacio natural coincide con el despertar de nuevos y extraños sentimientos, que incluye en algunos casos con el comienzo de una etapa de intenso romanticismo. Amores y aventuras que forjan recuerdos y con las que muchos jóvenes, tal vez, se sentirán identificados. Siruela edita esta historia en formato tradicional y electrónico.
La colección Biblioteca Funke de la editorial madrileña está recuperando lo más destacado de la obra de esta imprescindible autora alemana que ha cautivado a varias generaciones de lectores. Sardine, Wilma, Frida, Trude y Melanie son las integrantes de una pandilla de chicas que se hacen llamar Las Gallinas Locas. Un día, la madre de Sardine envía a la joven de vacaciones al picadero de una amiga, una granja donde cuidan caballos islandeses... Seguir leyendo
El secreto de la felicidad
Al cruzar la puerta del colegio, el sol deslumbró a Sardine por completo. Era un maravilloso día de otoño: las hojas habían alfombrado de rojo y amarillo el inmenso patio del recreo y la brisa era tan cálida que parecía que el verano se resistía a marcharse del todo. Sin embargo, Sardine salió del edificio hecha una furia y se dirigió airadamente hacia su bicicleta. Al verle la cara, dos alumnos de primer curso, asustados, se apartaron para dejarla pasar. «¡Sol! ¡Hojas de colores! –pensó indignada mientras colocaba la mochila en el portaequipajes de la bici–. Yo quiero que llueva, que llueva a cántaros...»