Frances Sanders saltó a la fama con dos originales propuestas con cuyos títulos hacía un guiño a la famosa película de Sofía Coppola (Lost in translation), y en los que rescataba expresiones populares en diversos idiomas, poéticas y divertidas palabras intraducibles acompañadas de imágenes de trazos pulcros diseñadas por la propia autora. En este nuevo proyecto, alabado por la prensa internacional, sorprende a los lectores con un cambio de registro al reunir una serie de micro cuentos y reflexiones hiladas en torno a variadas ideas y sentimientos. El equilibrio entre los humanos y el universo sirve como hilo conductor para filosofar sobre materias tan importantes como la ecología, la genética o la física, e incluso para esbozar las poderosas conexiones que nos unen a las estrellas o a la luna, como parte intrínseca de nuestra existencia (Somos carbono, seguimos girando, tú también emites radiación…) Todas esas ideas enlazan con otras que la escritora utiliza para hablar de las relaciones personales, del paso inexorable del tiempo, del poder de las plantas o para denunciar la contaminación y los desmanes que los humanos están cometiendo con la Madre Naturaleza. Un emotivo ideario, jalonado de hermosas ilustraciones en las que, en su justa medida, también está presente el humor, que ayuda a comprender la volatilidad de nuestra existencia. Como señala el último capítulo, nada es para siempre…
Frances Sanders saltó a la fama con dos originales propuestas con cuyos títulos hacía un guiño a la famosa película de Sofía Coppola (Lost in translation), y en los que rescataba expresiones populares en diversos idiomas, poéticas y divertidas palabras intraducibles acompañadas de imágenes de trazos pulcros diseñadas por la propia autora. En este nuevo proyecto, alabado por la prensa internacional, sorprende a los lectores... Seguir leyendo
Comernos el sol
SOMOS CARBONO
Somos polvo de estrellas.
Se dispersa por el cielo como luz de luciérnagas, discreto, pintoresco y, a la par, abrumador como solo lo imposible puede serlo. A las estrellas les debemos nuestro singular y frágil cuerpo.
Cuando las estrellas mueren, toman el equivalente a una última bocanada de aire y se repliegan sobre ellas mismas, como un suflé que hemos sacado demasiado pronto del horno.