Falso movimiento
Con lo que Fran creía que eran sus últimas energías, lanzó el portafolios, la corbata, la chaqueta y la gabardina a través de los tres metros que le separaban del silloncito de la entrada. Segundo y medio más tarde caía desplomado y boca abajo en uno de los dos sofás del salón. Con una mano que había quedado suelta cogió el mando a distancia y enchufó lo inevitable. En la pantalla aparecieron las cosas incomprensibles del todos los días, con aquellos colores falsos y chillones que tan bien le sentaban al cerebro. Sobre todo, cuando ya no había cerebro.