La abuela envía al zorrito Kon a la ciudad para llevar a cabo un encargo muy especial: cuidar del recién nacido. A medida que ella crece (y en consecuencia juega más y más con el peluche); este sufre algunas consecuencias de ese amor desaforado que sienten los niños por sus peluches. Juntos deciden coger el tren y viajar al pueblo para que la bondadosa mujer repare sus desperfectos. Una travesía excitante para dos pequeños aventureros en la que tendrán que hacer frente a pequeños accidentes de los que el muñeco siempre sale mal parado. Aunque tras cada problema él lo deja claro (“Estoy perfectamente”), sabemos que los años no pasan en balde para nadie… La original técnica de la veterana ilustradora japonesa, con escenas y personajes rebosantes de dulzura y un particular difuminado en los rostros de los protagonistas que realza sus expresiones; destaca en esta propuesta que el tiempo ha convertido como uno de los grandes clásicos de la literatura infantil nipona. Un viaje iniciático emotivo que demuestra el profundo afecto que los más pequeños de la casa desarrollan por esos objetos con los que viajan, duermen, comen… Seres inseparables que aquí cobran vida en forma de sencillos héroes capaces de dejarse sacrificar por el bienestar de sus “dueños”.
La abuela envía al zorrito Kon a la ciudad para llevar a cabo un encargo muy especial: cuidar del recién nacido. A medida que ella crece (y en consecuencia juega más y más con el peluche); este sufre algunas consecuencias de ese amor desaforado que sienten los niños por sus peluches. Juntos deciden coger el tren y viajar al pueblo para que la bondadosa mujer repare sus desperfectos. Una travesía excitante para dos pequeños aventureros en la que tendrán que hacer frente a pequeños accidentes de... Seguir leyendo
Aki y el Zorrito
Kon esperaba la llegada del bebé. La abuela
le había encargado que cuidara del recién
nacido. Por eso el zorrito había viajado desde el lejano pueblo.
Kon bostezó:
- Uaaah, estoy cansado de esperar. Tengo ganas de volver al pueblo con la abuela.
En esas se durmió y soñó con interminables dunas del pueblo.