Sirva como aviso: los fantasmas que protagonizan esta exquisita antología de cuatro relatos (La señora; Fantasmas eran los de antes, Benito y El hombre bajo el farol); firmados por el escritor argentino Gustavo Roldán están más cerca del espíritu, (nunca mejor dicho); de aquel que trataba de asustar a la señora Muir en la célebre película de Joseph L. Mankiewicz que al de otros seres espectrales y terroríficos que pueblan la literatura de terror. Las andanzas del hijo de la primera academia para cazadores de fantasmas del país al que le encargan “un trabajo fácil” para iniciarse en este campo en una casa en la que reside una peculiar señora y varios (muchos) gatos; la extraña conversación entre un espectador “de buenas películas” y un maquillador durante la grabación de un film; un simpático espíritu atrapado en la escalera de un piso de Barcelona, o el joven personaje que da título a la obra, escondido e inseguro tras una farola, en la oscuridad de la noche, esperando confirmación sobre su propia existencia… Hilos argumentales muy originales y con guiños humorísticos que se complementan con las sugerentes escenas, elaboradas con lápiz, tinta china con plumilla y color digital, que Carmen Segovia ha diseñado para dotar de mayor intensidad a cada relato. La edición de Avenauta es un acicate extra para despertar el amor por este género entre los preadolescentes, con una vuelta de tuerca a los arquetipos y clichés tradicionales.
Sirva como aviso: los fantasmas que protagonizan esta exquisita antología de cuatro relatos (La señora; Fantasmas eran los de antes, Benito y El hombre bajo el farol); firmados por el escritor argentino Gustavo Roldán están más cerca del espíritu, (nunca mejor dicho); de aquel que trataba de asustar a la señora Muir en la célebre película de Joseph L. Mankiewicz que al de otros seres espectrales y terroríficos que pueblan la literatura de terror. Las andanzas del hijo de... Seguir leyendo
El hombre bajo el farol
La señora
No tengo nada contra los fantasmas. No me molestan, ni mucho menos me interesa cazarlos, pero por esas cosas de la herencia genética, puedo verlos y conversar con ellos.
Eso me trajo un problema:
- Te guste o no, serás la quinta generación que dirija todo esto -me obligó mi padre, cuando intenté negarme a entrar a estudiar en su academia.
Mi padre es el dueño de la primera academia para cazadores de fantasmas del país, fundada por mi tatarabuelo cuando todavía se los cazaba encendiendo velas negras y haciendo conjuros.