El bolero de Ravel es una de las piezas musicales más populares e interpretadas en todo el mundo, pero la forma en que los autores se acercan a este movimiento orquestal, basado en los ritmos típicos de tres tiempos presentes en algunas de las partituras más famosas de la danza española, aporta un original punto de vista que se suma a la tradición de ceder todo el protagonismo a personajes antropomórficos. El kiosco del parque celebra, al mismo tiempo que la eclosión de la primavera, un concierto que promete ser diferente a todos los que se han programado hasta el momento. Los músicos de la orquesta, que descansan de su gira alojados en establecimientos cercanos a la pérgola central, comienzan a desperezarse y a sumar sus partituras, in crescendo, para descubrir al lector toda la magia de esta melodía envolvente y repetitiva, cuyo atractivo crece de la mano de las sutiles ilustraciones de Federico Delicado, para quien –como declaró al hilo de la exposición celebrada en la Fundación Germán Sánchez Ruipérez hace unos años-; “dibujar es como respirar”. La bruma alegre que recubre su propuesta gráfica, por la que desfilan intérpretes que transforman su aparente rudeza en delicadeza, suma nuevos y simpáticos matices a esta melodía inmortal que sigue hechizando a todo aquel que la escucha generación tras generación. Como apunte señalar también que los protagonistas escogidos pertenecen a especies que han sido declaradas por la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza).
El bolero de Ravel es una de las piezas musicales más populares e interpretadas en todo el mundo, pero la forma en que los autores se acercan a este movimiento orquestal, basado en los ritmos típicos de tres tiempos presentes en algunas de las partituras más famosas de la danza española, aporta un original punto de vista que se suma a la tradición de ceder todo el protagonismo a personajes antropomórficos. El kiosco del parque celebra, al mismo tiempo que la eclosión de la primavera, un concierto que promete... Seguir leyendo
El bolero de Ravel
Un amanecer de domingo el quiosco de la música
apareció engalanado.
Puertas y ventanas se abrían lentamente
aquella mañana de primavera.