El bosque se despereza en su habitual anarquía. Cada animal vive a su ritmo, “disfrutando del orden natural”. Pero la llegada de un oso, sorprendido ante la disoluta existencia de sus congéneres, transforma los hábitos de forma definitiva. Ante la falta de mando, a pesar de que son varios los que se postulan al trono, el plantígrado impone una disciplina prusiana y puebla la floresta de obligaciones y prohibiciones, obteniendo resultados muy diferentes a los que esperaba. La escritora y narradora oral Margarita del Mazo construye una fábula en la que denuncia cualquier restricción a la libertad, otorgando todo el protagonismo a los cientos de reyes que gobiernan, armónicamente a pesar de la caótica apariencia, entre la espesura del bosque. Rocío Martínez, que en 2020 celebra sus primeros veinte años regalándonos ilustraciones -siempre sugerentes-, ha modelado una atractiva propuesta gráfica, con aires de cuento medieval, en el que cuida hasta el mínimo detalle y todo tiene el mismo valor, desde las tipografías y las pequeñas reproducciones de cada especie hasta los “escudos de armas” que representan a los “candidatos” a monarca. ¿Preparados para escuchar una buena historia?
El bosque se despereza en su habitual anarquía. Cada animal vive a su ritmo, “disfrutando del orden natural”. Pero la llegada de un oso, sorprendido ante la disoluta existencia de sus congéneres, transforma los hábitos de forma definitiva. Ante la falta de mando, a pesar de que son varios los que se postulan al trono, el plantígrado impone una disciplina prusiana y puebla la floresta de obligaciones y prohibiciones, obteniendo resultados muy diferentes a los que esperaba. La escritora y narradora oral... Seguir leyendo
El rey del bosque
ÉRASE UNA VEZ un bosque
como cualquier otro.
Los animales vivían sin horarios: copmían cuando tenían hambre,
bebían cuando tenían sed, dormían cuando tenían sueño
y paseaban cuando podían.
De día o de noche, se cazaba y se moría a partes iguales.
Entre gritos, cantos, huídas y sueños, corría el tiempo.
Todos disfrutaban de ese desorden natural.