En su quinto libro en español, el primero encuadrado claramente en la LIJ, el joven escritor británico Ben Brooks, "viejo amigo" de la editorial barcelonesa, presenta la historia de dos compañeros inseparables, Emma y Oleg, que ante la llegada de un profesor sustituto planean un juego a partir de los deberes que este les ha sugerido: escribir una redacción sobre lo que han estado haciendo el fin de semana. Juntos inventan el personaje de Sebastian Cole y presentan un trabajo firmado por él como si se tratase de un alumno real (al parecer se trata de una travesura que el propio autor solía realizar en su infancia junto a un amigo). La broma torna en situación complicada cuando descubren que el personaje existe en realidad, provocando una cadena de pasajes ingeniosos, y casi siempre muy divertidos, enmarcados en un ambiente navideño que pone en valor el ilimitado poder la imaginación que desarrollamos en la infancia y que el autor captura con efectividad. La amistad en aquellos años es sinónimo de fidelidad, como demuestra esta trama en la que los personajes brillan con luz propia, al son de una colección de ilustraciones a plumilla con retoque digital, obra de George Ermos, artista radicado en Leeds que aporta estilizados y carismáticos diseños. De cara a su posible incursión en un plan lector enmarcado en el ámbito escolar, la editorial pone a disposición una guía complementaria en libre descarga.
En su quinto libro en español, el primero encuadrado claramente en la LIJ, el joven escritor británico Ben Brooks, "viejo amigo" de la editorial barcelonesa, presenta la historia de dos compañeros inseparables, Emma y Oleg, que ante la llegada de un profesor sustituto planean un juego a partir de los deberes que este les ha sugerido: escribir una redacción sobre lo que han estado haciendo el fin de semana. Juntos inventan el personaje de Sebastian Cole y presentan un trabajo firmado por él como si se tratase de un... Seguir leyendo
La historia imposible de Sebastian Cole
Mientras la gente arrastraba abetos hasta sus salones y enrollaba espumillones en las lámparas, Oleg y Emma, sentados al fondo de la clase, comentaban entre susurros que tenían las orejas congeladas.
Era el lunes justo antes de Navidad.
El profesor hablaba, pero ni Oleg ni Emma le estaban prestando atención. Además, ni siquiera era el profesor de sexto que solía explicarles la sucesión de reyes muertos, la explosión de las estrellas y la diferencia entre un millón y un billón.