La isla del resucitado
Desde el momento en que puse los pies a bordo del
Nathaniel intuí que el viaje acabaría mal. Esa sensación se fue apoderando poco a poco de mí hasta que llegué a sentir un profundo malestar. El día había sido soleado, pero apenas llegué al puerto de Plymouth éste empezó a quedar oculto bajo una densa capa de niebla que difuminaba el contorno de los almacenes para mercancías y las garitas de reposo para los estibadores.