Hay ocho especies de pangolines en el mundo, cuatro en Asia y cuatro en África, y todas están en peligro de extinción. Se trata del animal con el que más se trafica en el mundo (su piel es apreciada por los defensores de la medicina china tradicional, su carne por el sabor y el estatus que otorga a quien la sirve; el progresivo deterioro de su hábitat favorece su caza...) A través de una sencilla pero sugerente historia, la célebre etóloga Jane Goodall ofrece una visión certera sobre este desconocido mamífero (al menos hasta la irrupción de la pandemia, momento en el que se habló más de él por sus posibles vinculaciones al origen del coronavirus que provoca la Covid-19); un relato protagonizado por pangolines humanizados (una madre y su hija), en el que conocemos sus relaciones con otros seres vivos (desde murciélagos hasta una humana); y el peligro que suponen las capturas indiscriminadas de todo tipo de especies en los bosques (de las que ellos son testigos). Ficción y realidad se funden en un relato ilustrado por la artista china Daishu Ma, que permite a los pequeños (y a los mayores) tomar conciencia sobre un problema global. En la parte final las autoras ofrecen consejos y amplia información sobre el tema (documentales, webs, ideas didácticas e incluso los correos electrónicos habilitados para contactar con el IJG y con el programa de educación y activismo ambiental "Raíces y brotes (Roots & Shoots)"
Hay ocho especies de pangolines en el mundo, cuatro en Asia y cuatro en África, y todas están en peligro de extinción. Se trata del animal con el que más se trafica en el mundo (su piel es apreciada por los defensores de la medicina china tradicional, su carne por el sabor y el estatus que otorga a quien la sirve; el progresivo deterioro de su hábitat favorece su caza...) A través de una sencilla pero sugerente historia, la célebre etóloga Jane Goodall ofrece una visión certera sobre este... Seguir leyendo
Pangolina
Soy un pangolín y nací en un gran bosque, en una madriguera calentita y acogedora. Mi madre me puso el nombre de Pangolina. Todas las noches ella salía a buscar comida y siempre regresaba para que yo bebiera de su nutritiva leche, tibia y deliciosa.
Un día especial cuando salió mi madre, me llevó con ella.
Me aferré a su cola mientras avanzaba despacio por el bosque.
Llegamos hasta un montículo de tierra y se puso contentísima.
- ¡Mira, Pangolina, es un nido de termitas! -dijo.