Andrea Maceiras fue la ganadora de la XX edición del Premio Anaya de literatura infantil gracias a esta deliciosa historia en la que aborda temas como el autismo, la desnaturalización de la sociedad rural, la globalización, el amor fraternal indivisible o el sincretismo religioso y espiritual… Un crisol de emociones, trazado con sensibilidad y armonía, que cautiva al lector y sorprende gracias a un acertado hilo conductor en el que se funden variados planteamientos. Formidable la manera de capturar esa comunión de los personajes con la naturaleza, la forma en la que se denuncia el sistemático proceso de esquilmación de los recursos naturales y su incidencia en el ciclo de la vida… Maceiras, con su pluma, y Jordi Solano, con una colección de láminas fieles a su característico estilo artístico, dibujan los sonidos de los árboles, la presencia inquietante de las bestias salvajes, los sentimientos más profundos de los personajes. La escritora demuestra un perfecto conocimiento de la realidad y comparte un universo sensorial, que por momentos evoca las esencias de la obra de Kipling, en el que esboza descripciones sugerentes con leves trazos que transmiten olores, colores… Los lectores infantiles están de enhorabuena, una auténtica fiesta para los sentidos.
Andrea Maceiras fue la ganadora de la XX edición del Premio Anaya de literatura infantil gracias a esta deliciosa historia en la que aborda temas como el autismo, la desnaturalización de la sociedad rural, la globalización, el amor fraternal indivisible o el sincretismo religioso y espiritual… Un crisol de emociones, trazado con sensibilidad y armonía, que cautiva al lector y sorprende gracias a un acertado hilo conductor en el que se funden variados planteamientos. Formidable la manera de capturar esa comunión de... Seguir leyendo
Alma de elefante
La viejecita Champey nos leyó el alma a mi hermana melliza Lawen y a mí una tarde de verano. Dijo que siempre estaríamos juntos, incluso aunque nuestros caminos se separasen.
Dijo también que Lawen y yo éramos como un elefante y una mariposa. Como tierra y aire.
Sin embargo, solo a mí me reveló quién era quién.
Dijo que Lawen era el elefante.
Y yo la mariposa.
Sí, eso dijo la viejecita Champey y reconozco que a mí no me sentó nada bien. Sentí como si el mundo se hubiese puesto del revés. Me avergonzaba ser pequeño y débil como una mariposa. Además, Lawen era una niña y yo el encargado de protegerla. De los dos, yo debía ser el fuerte.
No soy un mentiroso, pero hice trampa.