La autora norteamericana Natasha Friend reflexiona sobre algunas de las "sombras" de la sociedad actual a través de las vivencias de una joven que podemos encuadrar en la generación Z. Nora despierta en un campo de golf tras sufrir un aparente episodio de violencia sexual y apenas recuerda nada de lo ocurrido. Su mejor amiga trata de convencer a la protagonista para que supere sus miedos y aporte cualquier dato que pueda recuperar acerca de ese terrible momento para tratar de identificar al culpable. Gracias al apoyo de su círculo de confianza poco a poco irá dibujando un retrato que permite entender algunos de los peligrosos parámetros que aún imperan en pleno siglo XXI. Pero la obra no solo denuncia este tipo de delitos, ahonda en los miedos e inquietudes de las generaciones actuales esbozando ideas sobre la culpabilización que a veces se hace de las víctimas, el uso inapropiado de los teléfonos móviles y las redes sociales como herramienta de desinformación o degradación instantánea, el consentimiento como base fundamental de las relaciones, las actitudes machistas y tóxicas en diferentes planos, la identidad de género... Un alegato contra el sexismo, que entronca con movimientos nacidos en el país de origen de la autora como el #MeToo, caracterizado por una prosa desprovista de artificios, efectiva y valiente que sorprenderá a los lectores.
La autora norteamericana Natasha Friend reflexiona sobre algunas de las "sombras" de la sociedad actual a través de las vivencias de una joven que podemos encuadrar en la generación Z. Nora despierta en un campo de golf tras sufrir un aparente episodio de violencia sexual y apenas recuerda nada de lo ocurrido. Su mejor amiga trata de convencer a la protagonista para que supere sus miedos y aporte cualquier dato que pueda recuperar acerca de ese terrible momento para tratar de identificar al culpable. Gracias al apoyo de su... Seguir leyendo
LOS LOBOS ESPERAN
ESTABA TUMBADA EN EL SUELO, CON LOS BRAZOS Y LAS PIERNAS en aspa, respirando el olor de la tierra. Tenía un sabor horrible en la boca, como a metal y aceitunas. Giró la cabeza hacia un lado y sintió arcadas. Solo de pensar en aceitunas le entraban ganas de vomitar.
- Creo que ya lo has soltado todo -dijo una voz.
¿Quién estaba hablando? Trató de mirar, pero la luz le apuñaló los ojos. Intentó tragar. Sentía la lengua pastosa y peluda. Qué raro.