En la literatura infantil y juvenil podríamos citar varios y reconocidos ejemplos de textos que afrontan la descripción de los horrores que conlleva una guerra a través de la mirada limpia e inocente de un niño/a. La obra de la inmortal Christine Nöstlinger afronta el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva tan ingenua como luminosa, a pesar de evocar uno de los momentos más desoladores del siglo XX. Las emociones de la creadora afloran en la descripción de "su" Viena natal en las postrimerías del conflicto, cuando los soldados rusos, liderando la conocida "Ofensiva de Viena", derrotaron y expulsaron al ejército nazi, pasando a formar parte de la vida cotidiana de la ciudad. La llegada de estos nuevos "vecinos" infude el temor en la comunidad, sin embargo la protagonista, obligada a huir junto a su familia a una casa a las afueras tras los bombardeos, traba amistad con un joven cocinero que desmitifica ese sentimiento dominante. Trazas de humor para colorear tiempos grises en una narración en la que encontramos los mejores atributos que caracterizan la pluma de la añorada escritora. La novela tuvo una versión cinematográfica muy estimable (La primavera de Christine, título que hace referencia a la propia autora); dirigida por Mirjam Unger en 2016 y disponible en varias plataformas VOD. Una lección de historia y optimismo en tiempos convulsos, más que recomendable, que toma su nomenclatura de una canción tradicional infantil arraigada en la cultura austriaca.
En la literatura infantil y juvenil podríamos citar varios y reconocidos ejemplos de textos que afrontan la descripción de los horrores que conlleva una guerra a través de la mirada limpia e inocente de un niño/a. La obra de la inmortal Christine Nöstlinger afronta el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva tan ingenua como luminosa, a pesar de evocar uno de los momentos... Seguir leyendo
¡Vuela abejorro!
La historia que voy a contar tiene más de veinticinco años
Hace veinticinco años, la ropa era diferente y los coches también. Las calles eran diferentes y la comida también. Todos éramos diferentes. Aunque hace veinticinco años los niños de Viena también cantaban:
¡Vuela, abejorro, vuela!
Tu padre está en la guerra.
Y hoy en día, los niños siguen cantando:
¡Vuela, abejorro, vuela!
Tu padre está en la guerra.
Lo que pasa es que los niños de entonces lo cantaban
con razón porque sus padres estaban en la guerra de verdad.
Tu madre está en el país del polvo.