Atravesado por la flecha
Corría el año 1465 de la era de nuestro Señor Jesucristo. Y mi padre, un humilde herrero de Dijon, sabiendo que eran malos tiempos para cualquiera que no fuera de estirpe noble y que un pequeño descuido en el camino de la vida podía convertir a un hombre honrado en carne de patíbulo, me llevó a la abadía Benedictina de Saint-Germain en Auxerre. Allí me dejó bajo la tutela de Prior André.