Todos los personajes que componen la galería inolvidable que conforma la familia Olmos, protagonista en esta sorprendente novela, poseen un ecosistema onírico personal por el que transitan en cuanto tienen ocasión. Aunque, aparentemente, llevan una vida mecanica y anodina, nada diferente al resto de vecinos de la comunidad, en realidad, disponen de un acceso oculto a múltiples secretos. La obra es una invitación a que los lectores que se unan a esta maravillosa locura sean capaces también de diseñar el suyo propio, un escondrijo imaginario (o real); en el que tener a su disposición una vía de escape y la posibilidad de convertir en realidad sus proyectos y añoranzas. La narración, poblada de símbolos y aristas emocionales, ofrece dos niveles de lectura y bebe, claramente, de clásicos de la literatura como El Principito; es una reivindicación del derecho a soñar con mayúsculas, ese precepto que suele perderse, desgraciadamente, a medida que vamos creciendo. Se trata de todo un clásico contemporáneo de las letras estonias (fue publicado originalmente en 2006), recomendado en su día por el jurado del Premio Hans Christian Andersen de IBBY como una de las mejores obras infantiles de los últimos años.
Todos los personajes que componen la galería inolvidable que conforma la familia Olmos, protagonista en esta sorprendente novela, poseen un ecosistema onírico personal por el que transitan en cuanto tienen ocasión. Aunque, aparentemente, llevan una vida mecanica y anodina, nada diferente al resto de vecinos de la comunidad, en realidad, disponen de un acceso oculto a múltiples secretos. La obra es una invitación a que los lectores que se unan a esta maravillosa locura sean capaces también de diseñar el suyo... Seguir leyendo
El sorprendente viaje a los mundos secretos
Ya se había acabado el verano; faltaban pocos días para que empezara la escuela, pero el padre de Efrén todavía no lo había llevado a pescar. A Efrén aquello no le hacía ninguna gracia, así que se acercó a su padre con un tenedor en la mano y empezó a pincharle el muslo.
—¡Ay! —dijo el padre—. Vaya cosas tan raras se te ocurren, ¿a qué viene pincharme con un tenedor? ¿Es que tengo pinta de salchicha o qué?
—No, qué va, nada de salchicha —respondió Efrén, disgustado—. Pero oye, eres mi padre y tienes que llevarme a pescar contigo.