Abuelo y nieto se resisten a permitir que los robots que han invadido la ciudad se coman las antenas de televisión y nunca más puedan disfrutar de la pequeña pantalla, ¡sobre todo porque se perderían su serie favorita!. Mike y los motoristas voladores se suman a la causa del pequeño Billy Joe y el anciano, tras contactar con su club con la intención de trasladarse a la ciudad para informar a la alcaldesa de la necesidad de modificar la táctica para "enfrentarse" a ellos, ya que la violencia generará mayor violencia (acaban de ver, muy de cerca, cómo es su acción devastadora en los alrededores de la casa). Algo hay que hacer cuanto antes porque, además de generar esos destrozos podría ocurrir algo aún más terrible: que se cargasen las petunias de la abuela, y eso sí desencadenaría mayor resquemor. El general Sinfalta intenta coordinar lo imposible, y la "batalla" contra el tiempo se convierte en una divertida historia gracias a las ocurrencias y reflexiones del narrador. Ilustraciones sencillas y caricaturescas aportan el gramo de locura y humor necesarios para sublimar una trama que transcurre en la frontera entre una parodia de un film de Clint Eastwood y un relato de ciencia ficción, al más puro estilo de las películas de serie B de los años cincuenta, con el toque absurdo que aporta la intervención de los pilotos de Harley-Davidson.
Abuelo y nieto se resisten a permitir que los robots que han invadido la ciudad se coman las antenas de televisión y nunca más puedan disfrutar de la pequeña pantalla, ¡sobre todo porque se perderían su serie favorita!. Mike y los motoristas voladores se suman a la causa del pequeño Billy Joe y el anciano, tras contactar con su club con la intención de trasladarse a la ciudad para informar a la alcaldesa de la necesidad de modificar la táctica para "enfrentarse" a ellos, ya que la... Seguir leyendo
Billy Joe y los robots comeantenas
Que a los robots les encantan las antenas de televisión es algo que todo el mundo sabe. Bueno, o eso creía yo. A veces uno da por hecho cosas que luego resulta que nadie sabe, como que la tortilla francesa no se inventó en Francia o que una jirafa puede limpiarse las orejas con su propia lengua.