Un relato corto concebido por el célebre autor en época victoriana, cuyos valores impregnan la trama (el autor aprovecha para esbozar cierta crítica a las convenciones sociales de aquel tiempo); y protagonizado por un joven aristócrata que apura su soltería antes de contraer nupcias con otra chica de la alta sociedad. La felicidad que se presupone al protagonista se ve truncada en el transcurso de una fiesta cuando un quiromántico invitado realiza una lectura de su mano, a modo de demostración de sus facultades, y predice que va a cometer un asesinato. Obsesionado por dominar sus actos y evitar que se cumpla el presagio (sobre todo pensando en que su amada no sufra el estigma de la sociedad por ser la mujer de un criminal); Lord Arthur se ve inmerso en una intriga con altos niveles de tensión, narrada con virtuosismo, que afecta a la salud de Sybil Merton, quien sufre los daños colaterales del terrible vaticinio. La nueva traducción, realizada por un equipo formado por nueve profesionales coordinados por Maite Fernández, aporta matices inéditos y sugerentes a un texto de por sí apetitoso y que ha envejecido con notable salud. La novela está trufada de ilustraciones monocromáticas, en tonos rojizos, en donde se ofrece la visión particular de los personajes y de las principales escenas que ha concebido el joven y talentoso artista madrileño Pablo Alcázar.
Más obras de Oscar Wilde en Canal Lector
Un relato corto concebido por el célebre autor en época victoriana, cuyos valores impregnan la trama (el autor aprovecha para esbozar cierta crítica a las convenciones sociales de aquel tiempo); y protagonizado por un joven aristócrata que apura su soltería antes de contraer nupcias con otra chica de la alta sociedad. La felicidad que se presupone al protagonista se ve truncada en el transcurso de una fiesta cuando un quiromántico invitado realiza una lectura de su mano, a modo de demostración de sus... Seguir leyendo
El crimen de Lord Arthur Savile
Era la última fiesta de lady Windermere antes de las Pascuas, por lo que la mansión de Bentinck House estaba aún más concurrida de lo habitual. Seis ministros venían directos de la recepción del presidente de la Cámara de los Comunes, ataviados con sus condecoraciones y cintas, las hermosas mujeres lucían sus mejores galas, y al fondo de la galería de retratos se encontraba la princesa Sophia de Karlsruhe, una mujer de constitución robusta y aspecto tártaro, con diminutos ojos negros y espléndidas esmeraldas, que hablaba un pésimo francés a voces y reía de forma desatada ante cualquier comentario que se le hiciera.