Tal vez esta reedición de una de las obras más populares de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681); nunca se convierta en bestseller, pero el paso del tiempo la ha confirmado como una de las cumbres del teatro universal. La filosofía moral que destila esta apasionada conversación entre Dios (el autor), y el Mundo, que brota de una propuesta escénica del Creador para celebrar una gran fiesta, incitó a la reflexión a los ciudadanos de aquella España del siglo XVII, y sigue haciéndolo hoy gracias al imaginario que plantea a través de una narrativa de indiscutible belleza. Adaptada a los nuevos tiempos por Javier Santillán, pero no por ello reduciendo la cafeína de sus enseñanzas y planteamientos, estamos ante una de las grandes cavilaciones sobre el concepto de libertad, en donde queda claro que depende de nosotros la elección de los preceptos que guíen nuestros pasos. En una sociedad con tantos ribetes de oscuridad, la tensión dramática con la que el célebre autor madrileño dota la estructura y la nómina de personajes, con características y dudas análogas a las que podría tener cualquier ciudadano cuatro siglos después; aportan luz e incentivan el gusto por la lírica y la escena. La edición está especialmente recomendada para el ámbito escolar, aderezada de una pequeña colección de láminas modeladas con acuarelas y firmadas por una artista que también ha aportado su visión contemporánea en otros títulos de la misma serie. Gadir sigue apostando, con ahínco, por reivindicar el esplendor del Siglo de Oro.
Tal vez esta reedición de una de las obras más populares de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681); nunca se convierta en bestseller, pero el paso del tiempo la ha confirmado como una de las cumbres del teatro universal. La filosofía moral que destila esta apasionada conversación entre Dios (el autor), y el Mundo, que brota de una propuesta escénica del Creador para celebrar una gran fiesta, incitó a la reflexión a los ciudadanos de aquella España del siglo XVII, y sigue haciéndolo hoy... Seguir leyendo
El gran teatro del mundo
El Autor estaba pensando en su creación y la observaba, viendo, satisfecho, su inigualable arquitectura, su grandeza, su hermosura, y sus flores bellas, cuyo número compite con el de sus estrellas.
Allí vivían los hombres, donde paseaban, como dueños absolutos, junto a los animales, los brutos; y allí veía los rayos, con los que se iluminaba la cólera del fuego; y veía los mares y los vientos, gracias a los que surcaban los barcos...