Ha llegado el frío, y con él muchos y pequeños momentos cotidianos que, seguro, dentro de unos años pertenecerán a la colección de recuerdos imborrables de los pequeños protagonistas, dos hermanos que, sumidos en las dinámicas del día a día olvidan deprisa el punzante sentimiento que generan las temperaturas invernales al pisar la calle. En los escaparates y en casa ya están los árboles de Navidad encendidos, el cielo gris a veces da paso a la llovizna, y los momentos en el colegio y en el hogar son sinónimo de tareas grupales, bebidas calientes (leche, chocolate...); sabores dulces y artesanos, dibujos y juegos compartidos. Esa paz y calma que tan bien sabe retratar con sus maravillosos dibujos hiperrealistas Concha Pasamar, genera minutos serenos y felices, donde el sueño y la lectura de las mejores historias, como esta misma que tienes entre las manos, fluyen con mayor facilidad. Un precioso libro ilustrado teñido de añoranza, silencios cómodos y la ilusión que siempre acompaña durante la infancia.
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Un regalo de invierno
Amanecemos antes que el mismo cielo, que se va desperezando muy despacio y bosteza por fin al tiempo que se duermen las farolas. Hay un brillo apagado sobre los adoquines: la noche ha extendido un suave manto azucarado sobre todas las cosas.
El último botón, un doble nudo: una pequeña expedición cada mañana.