Los habitantes de Gigantolandia y Enanolandia comparten, sin saberlo, acontecimientos idénticos e insólitos anunciados en sus respectivos idiomas. En la comunidad de ciudadanos enormes ha nacido un niño que, por sus características físicas, no corresponde al patrón habitual durante la historia reciente del grupo. Entre los seres de pequeña estatura, por el contrario, se ha producido el alumbramiento de un pequeño que se sale de los parámetros físicos de esta población. Obligados a huir de sus respectivas comunidades tras ser sometidos a todo tipo de "experimentos" fallidos para "normalizar" las extrañas, a ojos de sus congéneres, dimensiones, se produce un emotivo encuentro en un cruce de caminos. ¿Y no será que los "raros" son los que moran en ambas sociedades? El autor, creador de inolvidables títulos como El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza (Alfaguara); o Croac. La rana más feliz del mundo (en esta misma editorial); construye una fábula inteligente con soterrada crítica social en la que se invita a romper con los estereotipos y prejuicios, convertida en imágenes de extraordinario carisma por el artista barcelonés Roger Olmos, que aplica su inconfundible estilo, tamizado de caricaturescos y expresivos personajes representados en primeros planos y escenarios construidos en tonos pastel.
Los habitantes de Gigantolandia y Enanolandia comparten, sin saberlo, acontecimientos idénticos e insólitos anunciados en sus respectivos idiomas. En la comunidad de ciudadanos enormes ha nacido un niño que, por sus características físicas, no corresponde al patrón habitual durante la historia reciente del grupo. Entre los seres de pequeña estatura, por el contrario, se ha producido el alumbramiento de un pequeño que se sale de los parámetros físicos de esta población. Obligados a... Seguir leyendo
Gigante enano y Enano gigante
En Gigantolandia estaba a punto de nacer una nueva criatura y todo el mundo esperaba con alborozo su llegada. En todos los rincones se tejían calcetines de bebé larguísimos, se horneaban pasteles grandes como ruedas de tractor y se cosían los peluches más gigantescos del mundo.