La casa del protagonista huele a ausencia y aunque disimula sus propias percepciones imaginando las bondades que conlleva la profesión de su padre y la repercusión que genera en la admirada comunidad (¿Cuántos niños imaginan ser astronautas, en algún momento, durante la infancia?); la realidad es que el vacío y el silencio parecen ocasionar heridas emocionales que trata de paliar con juegos, ensimismado, y las justificaciones con las que ha crecido en el hogar. Sin embargo algo hace, en algún momento, que suelte la mano de su madre y la soledad de sus entretenimientos cotidianos, para unirse a una pandilla que le devolverá la alegría de la diversión compartida. Elena Val, a quien recordamos por "Diablote" (Ekaré, 2010); construye un relato de hondo calado sentimental, a través de una metáfora en la que podrían sentirse representados todos aquellos que crecen con la carencia de una figura paterna, alimentados por la esperanza de futuros momentos juntos. Para representar esa nostalgia, la artista ha elegido el formato horizontal, con ilustraciones a sangre y una paleta de colores fríos que retrata con precisión el dolor que, por momentos, siente el pequeño; con personajes y escenarios definidos con grafito, carbón, guache y retoque digital. La obra fue incluida en el prestigioso listado White Ravens 2025, realizado por el Internationale Jugendbibliothek de Múnich (Alemania).
La casa del protagonista huele a ausencia y aunque disimula sus propias percepciones imaginando las bondades que conlleva la profesión de su padre y la repercusión que genera en la admirada comunidad (¿Cuántos niños imaginan ser astronautas, en algún momento, durante la infancia?); la realidad es que el vacío y el silencio parecen ocasionar heridas emocionales que trata de paliar con juegos, ensimismado, y las justificaciones con las que ha crecido en el hogar. Sin embargo algo hace, en algún... Seguir leyendo
El hijo del astronauta
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- Mira quién viene...
- ¡El hijo del astronauta!
- ¡Es el hijo del astronauta!
- ¿De verdad tu padre es astronauta? ¡No me lo creo!
- ¡Qué suerte! Tienes el mejor papá del mundo.
- ¿Y dónde está ahora?