Un cuento circular confeccionado a partir de la horma de los relatos clásicos por el prolífico y genial artista barcelonés Sebastià Serra, que impregna de humor las ilustraciones realizadas mediante una técnica en la que fusiona la estética que se consigue con los trazos de las pinturas de madera y el procesamiento digital. La bruja del bosque debe superar su tremendo constipado para preparar la poción mágica que le exigió la princesa del reino. Solo ella conoce los ingredientes esenciales para fabricar el brebaje que le ayude a vencer sus terribles jaquecas, pero, durante el proceso, un ligero error de praxis provoca un efecto indeseado. Las consecuencias encadenan una serie de acontecimientos inesperados que transforman la "peluda" convivencia del reino (y hasta la del hábitat animal del entorno); en ese desaguisado, una pareja de leñadores alcanza el poder y, con la llegada de la nueva heredera, vuelven a repetirse los problemas de antaño. Sin embargo, la astucia de la niña más espabilada de la aldea sirve como punto de partida para cambiar las cosas y, de paso, crear el caldo de cultivo para una nueva leyenda... El texto es dinámico y está poblado de sorpresas y giros argumentales que harán las delicias de los pequeños lectores. Ideal para disfrutar en una sesión compartida.
Descubre la trayectoria de Sebastià Serra en Canal Lector
Un cuento circular confeccionado a partir de la horma de los relatos clásicos por el prolífico y genial artista barcelonés Sebastià Serra, que impregna de humor las ilustraciones realizadas mediante una técnica en la que fusiona la estética que se consigue con los trazos de las pinturas de madera y el procesamiento digital. La bruja del bosque debe superar su tremendo constipado para preparar la poción mágica que le exigió la princesa del reino. Solo ella conoce los ingredientes esenciales para... Seguir leyendo
EL CUENTO QUE NUNCA ACABA
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De un golpe de aire repentino de ala
de murciélago, la bruja se resfrió.
En su cabaña en el corazón del bosque, estaba en
cama temblando como una hoja. Ahora tosía, ahora
estornudaba...¡aaachís! Y de la nariz de pepino le
colgaba un moco verdoso repleto de burbujitas.