40 años después, cuando cualquier joven se sumerge en la lectura de La Historia Interminable, aficionado o no a un tipo de literatura de la que esta obra fue buque insignia durante largo tiempo, intuye que algo grande va a pasar entre sus manos. Reforzada por la gran popularidad que otorgó la adaptación cinematográfica, recientemente recuperada para la gran pantalla con un metraje especial, la colección Alfaguara Clásicos retoma el relato de Bastian, un lector que se ve inmerso en una historia inolvidable de la que acaba siendo protagonista. Fantasía, lugar donde habitan los sueños del hombre, está amenazada por la destrucción debido a las mentiras, calumnias y maldades. La narración mantiene intactas las señas de identidad que lanzaron a la fama a su autor, el añorado escritor alemán Michael Ende: un texto exquisito que desarrolla el argumento con un lenguaje elaborado y detalladas descripciones de personajes (¿quién no ha oído hablar de Atreyu o la Emperatriz Infantil alguna vez?); y lances tremendamente imaginativos. Un relato de superación que resalta la amistad, el compañerismo, la sabiduría y el amor.
40 años después, cuando cualquier joven se sumerge en la lectura de La Historia Interminable, aficionado o no a un tipo de literatura de la que esta obra fue buque insignia durante largo tiempo, intuye que algo grande va a pasar entre sus manos. Reforzada por la gran popularidad que otorgó la adaptación cinematográfica, recientemente recuperada para la gran pantalla con un metraje especial, la colección Alfaguara Clásicos retoma el relato de Bastian, un lector que se ve inmerso en... Seguir leyendo
La historia interminable
Esta era la inscripción que había en la puerta de cristal de una tiendecita, pero naturalmente sólo se veía así cuando se miraba a la calle, a través del cristal, desde el interior en penumbra.
Fuera hacía una mañana fría y gris de noviembre, y llovía a cántaros. Las gotas correteaban por el cristal y sobre las adornadas letras. Lo único que podía verse por la puerta era una pared manchada de lluvia, al otro lado de la calle.
La puerta se abrió de pronto con tal violencia que un pequeño racimo de campanillas de latón que colgaba sobre ella, asustado, se puso a repiquetear, sin poder tranquilizarse en un buen rato.